Insomnio mejor acompañada, ¿no crees? [Steve T. Stiffler]

Había conseguido aquella noche caer en la cama y dormir, o más bien dar una cabezada pues estaba agotada del viaje, la fiesta de bienvenida ya se había acabado, aunque ella apenas había estado en ella. Al cabo de un par de horas durmiendo la chica se encontraba con los ojos como platos mirando al techo de su habitación con la sábana hasta las rodillas y dando vueltas para intentar dormir, lo consiguió, pero a los diez minutos se despertó con la respiración entre cortada, otra vez la pesadilla de todos los días, o más bien de todas las noches. Alargó la mano y la posó en la mesilla en busca de su inhalador, tras dar varios botes en busca de él lo encontró, depositó la boquilla en su boca y apretó para que sus pulmones recibiera el aire necesario para poder dar una bocanada de aire sin ahogarse.
Tras varios minutos que le parecieron horas dando vueltas en la cama decidió levantarse, para ir a dar una vuelta por el campamento, cosa que hacía casi todas las noches, pues Morfeo nunca la quería acoger entre sus brazos para soñar con cosas agradables e incluso bonitas, simplemente dormía cuando tenía demasiadas horas encima y soñaba con las pesadillas de cada noche.
Se puso los vaqueros cortos y una camiseta negra y salió de la habitación con cuidado, como siempre, llevaba el bañador debajo de la ropa, algo que le parecía bastante cómodo. Paseó por el campamento, esa noche no tenían hora de ir a dormir, pues con la fiesta varios habían ido a continuar en la playa y no tenían hora, ella iba pensando en sus mundos, en cosas para todo lo que escribía, en sus poesías, en sus historias, en sus paranoias, como cualquier escritor las tenía y de manera múltiple. Para cuando quiso salir de todo ese mundo ya se encontraba en la zona de la piscina, le encantaba como se veía el agua con la luz de la preciosa luna reflejada sobre el agua era algo que la enamoraba cada vez más. Dibujó una sonrisa en sus labios, se deshizo de las converse y se sentó en el borde para meter los pies dentro del agua y moverlos hacia adelante y hacia atrás mientras pensaba en su mundo, todo en silencio, algo que para nada la inquietaba, al revés le encantaba.

Su mirada estaba totalmente clavada en el agua de la piscina, en las hondas que sus pies creaban al hacer movimientos con ellos. Le encantaba la pequeña brisa que le acariciaba la cara y el cuello. Se había echado la larga melena por la espalda, dejando que cayera hasta la mitad de ésta, más o menos. De manera inconsciente se había puesto a cantar con los ojos cerrados, era extraño que dejara que su voz angelical saliera de sus cuerdas vocales para deleitar a los oídos de las personas presentes, pero como era de esperar no había nadie presente, nadie al que alegrar los oídos con su dulce voz y sus dulces melodías, melodías que salían de dentro de ella y que no sabía cómo o por qué lo hacían, melodías que si se percataba de que estaban saliendo se sentiría la peor persona del mundo, melodías que seguían saliendo a pesar de que el agua le estuviera congelando los pies y parte de sus preciosas y pálidas piernas.
Se había quedado embobada con el reflejo de la luna y se estaba refrescando el cuello cuando sacó su libreta de apuntes, la libreta donde era la chica más desordenada del mundo, el único sitio donde se permitía ser desordenada y desorganizada, el único sitio donde no era tímida. Una libreta con apuntes y frases por todos lados, llena de tachones y de versos preciosos. Comenzó a escribir versos como si no hubiera mañana, versos que salían solos cuando Kimberly cerraba los ojos, cuando dejaba que las palabras y las letras le brotaran de los dedos de sus manos, de la cantidad de ideas que salían de su mente.
Al cabo de un rato escribiendo se encontró empapada de pies a cabeza, la camiseta que llevaba se había empezado a transparentar, aunque debajo llevara el bikini. Le había mojado todo, la libreta tenía borrones –No… - dijo mirando hacia el suelo con voz un tanto apagada y con cierta timidez, pues el chico que había caído del cielo no tenía ninguna clase de bañador y no veía correcto mirar. Trató de que la libreta no se emborronara del todo, pero era tarde, se deshacía en sus manos.