Hermoso día para nadar, ¿no crees? {Chritopher Di Franco}

La última ola de calor que había venido era insoportable, si es que esa palabra no le queda chica. Al principio parecía ser un día tan perfecto, que a Evangeline se le dio por calzarse un par de zapatillas, un short y remera corta deportivos, recogió su cabello, y se fue a caminar un rato, después de todo, no tenía nada mas que hacer. Por desgracia, no habría hecho ni un kilómetro cuando el sol comenzó a arder cada vez peor, a tal punto de que se apresuró a dar la vuelta o se derretiría, además de que no le gustaba su piel quemada en exceso.
Apenas volvió al campamento, parecía correr en lugar de caminar hacia su cabaña, desesperada por una botella de agua y ropa limpia y refrescante que ponerse. Se le ocurrió entonces la perfecta idea de dirigirse luego a la playa, el lago, la piscina o algo por el estilo. Nada mejor que refrescarse nadando en agua helada. Se dio una ducha rápida para quitarse el maldito sudor y dejar su cabello en mejor estado. Apenas terminó se puso el primer traje de baño que encontró en su cajón: una bikini bonita aunque algo abandonada color negra con amarillo, aunque luego de ponérsela y verse al espejo le pareció que estaba algo chica de atrás para su gusto, y con todos los babosos que podía haber allí no le parecía buena idea. No es de hacerse la delicada ni nada, pero tiene decencia y no le gusta que las miradas se dirijan a su trasero. Buscó algún pantalón corto de jean que esté un poco viejo y ya está, ningún problema, y de seguro no se lo quitaría. Una playera cualquiera, musculosa, ancha de todos lados, para no cocinarse. Unas sandalias, lentes de sol, y le faltaba el toque final uno de sus tantos preciados sombreros, uno claro, para no atraer el sol directo hacia su cabeza. Metió en un bolso una toalla para secarse luego, protector solar, su teléfono, auriculares, algo de dinero por si acaso y salió lo mas rápido posible.

La piscina se encontraba mas cerca que lo demás, así que fue a ésta. Había bastantes personas pero, por fortuna, era enorme. Entró con una sonrisa en los labios para cualquiera que la viera, y ésta se agrandó al ver que había una zona con sillas vacías, y se acercó rápidamente a una de éstas. La reclinó hasta el punto máximo y se recostó en ella. Se quitó la blusa y la metió en el bolso, luego sacó el protector solar y se pasó un poco en los brazos y las piernas, por ambos lados. Es horrible quemarse y quedar roja, luego hasta tu ropa te hace arder. Se hubiera puesto un poco en la espalda pero no llegaría, así que se salteó hacer el ridículo por algo que sabía que no iba a lograr.
Se quedaría ahí no mas de unos minutos y luego se daría un hermoso chapuzón, pero por ahora estaba bien. Dejó sus sandalias a un lado, se colocó los auriculares, puso algo de música en su teléfono y cerró sus ojos, obviamente sin dormir.