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You're my forever girl || Rebecca.
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You're my forever girl || Rebecca.
Era una bella tarde de domingo. El sol bañaba tenuemente todo el campamento y una suave y tibia brisa recorría el lugar, haciendo que la temperatura fuera calurosa pero amena. Todo estaba tranquilo, silencioso, como si esa brisa hiciera que todos entraran en una especie de trance en el que alcanzaban un nivel de paz que pocas veces se veía en ese lugar. Caleb se encontraba tirado en su cama mirando el techo de su habitación, buscando distintas formas en la madera. No sabía dónde estaban sus compañeras, probablemente disfrutando de aquella preciosa tarde. Sobre su pecho reposaba un cómic de X-Men que hacía rato había estado leyendo, pero se había distraído con las formas en la madera. No era fácil que Caleb se concentrara mucho en algo por más de diez minutos, excepto en su guitarra, podía pasar horas y horas concentrado en sus acordes sin cansarse o aburrirse. Así fue cómo descubrió que esa sería su pasión, al darse cuenta de que cuando tocaba quedaba absorto, hipnotizado por la música, fascinado por el sonido que salía de aquel instrumento. Él tocaba la guitarra eléctrica y la acústica, ambas le gustaban por igual, pero debía admitir que la acústica tenía una especie de magia especial. Su sonido era más dulce, expresaba mucho mejor sus sentimientos. En cambio la eléctrica para él era pura diversión, pero no era capaz de transmitir lo que transmitía su guitarra acústica.
Encontró en una de las maderas del techo algo que parecía un racimo de uvas y no pudo evitar sonreír. Había cierta persona que amaba las uvas, y tan solo pensar en ella hacía que una sonrisa bobona se dibujara en sus labios. Tomó el cómic y leyó un par de hojas más, estaba bastante interesante. Mystique se había hecho pasar por una alumna llamada Foxx en la academia del profesor Xavier y había comenzado a crear un buen caos ahí adentro. Le encantaba ese personaje, y le encantaba su poder. Aunque debía admitir que Wolverine también le agradaba mucho, su rebeldía y actitud de macho era algo que admiraba. Especialmente porque él no tenía ninguna de las dos. Era increíblemente tranquilo y de "macho" no tenía demasiado aparte del hecho de que tenía pene y no era amanerado.
En cuanto terminó de leer el cómic, rodó sobre su cama hasta caer al suelo. Era idiota, pero le encantaba hacer eso, aunque en ocasiones se ganara un par de moretones. Tomó el cómic y lo dejó en la pila que guardaba bajo su cama, junto a sus cigarrillos. Guardaba casi todo allí, excepto por la ropa. Era una costumbre que tenía desde hacía años. Su madre solía decirle que no lo hiciera, que se acumulaba mucho polvo allí, pero no le importaba demasiado. Era un lugar seguro para guardar sus cosas, pocas personas buscarían una pila de cómics debajo de una cama. Miró por la ventana y sonrió, el atardecer estaba a la vuelta de la esquina. No podía seguir perdiendo el tiempo mirando el techo, especialmente él, que disfrutaba de cada rincón natural que encontraba. Por lo que decidió salir a dar una vuelta por los terrenos, caminar un poco, relajarse. Pero cuando puso uno de sus pies descalzos fuera de la cabaña, tuvo una idea mejor. Caminó hasta el rincón donde guardaba su guitarra y la tomó, colocándosela bajo el brazo y ahora sí, saliendo de la habitación.
Enseguida supo a dónde ir. Los jardines. Era su lugar preferido para tocar, principalmente porque allí había conocido a la chica que poco a poco estaba cambiando su vida. Caminó sin zapatos, como siempre, hasta llegar allí y se sentó en el mismo árbol en donde había estado cuando ella se le había acercado. Recordaba esa tarde como si fuera ayer. Él estaba tocando una canción que acababa de aprender, Forever Girl, y ella se le había acercado lentamente, como quien se acerca a un animal asustado. Finalmente se sentó a su lado, y él se puso tan nervioso que comenzó a errar todas las notas. Esa fue la primera vez que escuchó su risa, un sonido celestial. Suspiró y cerró los ojos, pensando en ella y en nadie más que ella. Sus dedos comenzaron a moverse por el mástil de la guitarra mientras volvía a tocar la misma canción, ahora pensando en esa morocha que había robado su corazón.
Encontró en una de las maderas del techo algo que parecía un racimo de uvas y no pudo evitar sonreír. Había cierta persona que amaba las uvas, y tan solo pensar en ella hacía que una sonrisa bobona se dibujara en sus labios. Tomó el cómic y leyó un par de hojas más, estaba bastante interesante. Mystique se había hecho pasar por una alumna llamada Foxx en la academia del profesor Xavier y había comenzado a crear un buen caos ahí adentro. Le encantaba ese personaje, y le encantaba su poder. Aunque debía admitir que Wolverine también le agradaba mucho, su rebeldía y actitud de macho era algo que admiraba. Especialmente porque él no tenía ninguna de las dos. Era increíblemente tranquilo y de "macho" no tenía demasiado aparte del hecho de que tenía pene y no era amanerado.
En cuanto terminó de leer el cómic, rodó sobre su cama hasta caer al suelo. Era idiota, pero le encantaba hacer eso, aunque en ocasiones se ganara un par de moretones. Tomó el cómic y lo dejó en la pila que guardaba bajo su cama, junto a sus cigarrillos. Guardaba casi todo allí, excepto por la ropa. Era una costumbre que tenía desde hacía años. Su madre solía decirle que no lo hiciera, que se acumulaba mucho polvo allí, pero no le importaba demasiado. Era un lugar seguro para guardar sus cosas, pocas personas buscarían una pila de cómics debajo de una cama. Miró por la ventana y sonrió, el atardecer estaba a la vuelta de la esquina. No podía seguir perdiendo el tiempo mirando el techo, especialmente él, que disfrutaba de cada rincón natural que encontraba. Por lo que decidió salir a dar una vuelta por los terrenos, caminar un poco, relajarse. Pero cuando puso uno de sus pies descalzos fuera de la cabaña, tuvo una idea mejor. Caminó hasta el rincón donde guardaba su guitarra y la tomó, colocándosela bajo el brazo y ahora sí, saliendo de la habitación.
Enseguida supo a dónde ir. Los jardines. Era su lugar preferido para tocar, principalmente porque allí había conocido a la chica que poco a poco estaba cambiando su vida. Caminó sin zapatos, como siempre, hasta llegar allí y se sentó en el mismo árbol en donde había estado cuando ella se le había acercado. Recordaba esa tarde como si fuera ayer. Él estaba tocando una canción que acababa de aprender, Forever Girl, y ella se le había acercado lentamente, como quien se acerca a un animal asustado. Finalmente se sentó a su lado, y él se puso tan nervioso que comenzó a errar todas las notas. Esa fue la primera vez que escuchó su risa, un sonido celestial. Suspiró y cerró los ojos, pensando en ella y en nadie más que ella. Sus dedos comenzaron a moverse por el mástil de la guitarra mientras volvía a tocar la misma canción, ahora pensando en esa morocha que había robado su corazón.
Caleb J. Shultz- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 14/01/2013
Re: You're my forever girl || Rebecca.
Era un día agradable, sin campistas planeando venganzas ni nada así de terrorífico. El ambiente era afable, silencioso y por sobre todo, muy inusual. Un aliciente atardecer comenzaba a teñir el cielo de anaranjado y un poco de violeta, acaparando la atención de las personas que avanzaban por distintos sitios del campamento. Incluso los que estaban en sus habitaciones podían apreciar aquello, tan solo bastaba con mirar por la ventana y listo. Para algunos podía ser una pérdida de tiempo pero para Becca aquello era de lo más interesante. Como si se tratara de una cría intentando averiguar a cerca de sus nuevos vecinos, la castaña se acuclilló frente a la ventana y fijó su vista en esta. En sus labios se pintó una media sonrisa y sin pensarlo dos veces, cogió su cámara fotográfica y apuntó hacia su objetivo. ¡Bingo! a pesar de haber conseguido una linda foto plasmando aquella belleza, no se conformaría tan solo con una. Rápidamente se levantó de la cómoda cama y cogió el bolso que descansaba en su velador. ¿Qué había dentro de éste? Lo típico; la cámara, su reproductor de música, su móvil, un collar, un libro, pañuelos desechables y un lápiz. Seguramente utilizaría tan solo la primera cosa pero al tener tanto espacio libre, le era una necesidad llevar todo aquello. Tarareando una canción de la cual no recordaba el nombre, la pecosa se dignó a caminar hacia la puerta para así salir por fin de entre esas cuatro paredes.
Sus pasos eran sutiles y elegantes. Más que arrastrar los pies, como muchos hacían, ella parecía a penas rozarlos con el suelo. La única forma de hacerle perder el ritmo al caminar, era poniéndole nerviosa -y en el peor de los casos, empujándole-. Para su suerte nadie había intentado la segunda, por lo no menos no a propósito. Su diestra se coló entre sus cabellos, peinándolos, luego de que una brisa tibia chocara con ellos. Observó a su alrededor intentando encontrar la cantidad de gente que siempre andaba en pie, sin mucho éxito. Era como si la mayoría hubiera preferido estar descansando en vez de estar divirtiéndose, y armando alborotos. En pocas palabras, un día casi perfecto.
Esta vez había optado por usar algo mucho más cómodo, dejando atrás los tacones. Su vestimenta se conformaba por unas sandalias y un vestido color verde, este último era unos dedos más arriba de la rodilla y tenía un estilo medio hippie. A pesar de eso le encantaba, ya que era casual y le sentaba bien. ¿Verdad? Al cruzarse aquella duda por su mente, no pudo evitar distraerse y perder la concentración en el camino que iba a tomar. ¿Se había perdido? un poco. ¿A dónde iría ahora? para contestar aquella pregunta tan solo debía recordar a una persona: Caleb. Al tan solo pensar en el chico de ojos claros, una estúpida sonrisa se le fijó en los labios, sin ánimos de esfumarse. Quien la viera pensaría que estaba loca, y el estar mirando a un punto inexistente con adoración, no le ayudaba de mucho. Definitivamente aquél chico estaba comenzando a apoderarse de ella, pedazo por pedazo y no sabía cómo responder ante aquello.
Intentando reaccionar, agitó su cabeza y se dijo que había venido a por el paisaje, no por su… amigo. Tragó en seco y acelerando el paso avanzó camino a los jardines. ¿Por qué? Aquél sitio se le hacía muy pacífico y aunque le diera vergüenza admitirlo, era especial para ella ya que ahí había conocido al joven de cabellos oscuros, este había sido muy dulce. Al revivir aquél momento en su mente, otra sonrisa boba se apoderó de sus labios. No fue hasta que escuchó el sonido de una guitarra, que volvió a sus cabales. Agudizó el oído y reconoció al instante la canción. Esta parecía venir del jardín. Con impaciencia, corrió como en las películas, y al llegar, le vio. Estaba igual que la primera vez, concentrado en las cuerdas y disfrutando de lo que hacía. En silencio, retrocedió un poco y se ocultó de su vista. Con torpeza, introdujo sus larguiruchos dedos en el bolso y cogió su cámara. Acomodándola entre sus manos, asomó la cabeza y apuntó hacia el chico. Mordió su labio inferior y tomó la foto, sintiéndose un paparazzi acosando al artista.
No sabía si interrumpirle o quedarse ahí y disfrutar del sonido. ¿Pero por qué ahora temía hacerlo, si la primera vez le había dado en las narices? Fácil, porque esa vez se le había acercado y este al instante había comenzado a fallar en las notas, y aquello le hacía sentir culpable. Además, seguramente él quería terminar la canción sin que nadie le molestara. Cuando estaba por retroceder aún más, tropezó con una piedra y cayó sentada. Al instante, sus mejillas se tiñeron de carmesí y solo atinó a levantarse con rapidez, sacudiendo su ropa. Para su suerte la cámara estaba a salvo y colgaba de su cuello. Suspiró con alivio pero la calma le abandonó al darse cuenta de que había quedado fuera de su escondite. Genial, a este paso jamás acabaras de escuchar la canción se recriminó internamente. Con lentitud, observó al muchacho de reojo mientras pensaba en alguna excusa. Necesitaba hablar. Pronto.— Hola Cal... —su voz sonó baja pero con aquél tono dulzón de siempre. Avanzó hacia él y le sonrió, nerviosa. Tan solo al tenerle enfrente, ya alteraba sus emociones de una forma incontrolable. La estaba volviendo loca, pero loca de amor.
Sus pasos eran sutiles y elegantes. Más que arrastrar los pies, como muchos hacían, ella parecía a penas rozarlos con el suelo. La única forma de hacerle perder el ritmo al caminar, era poniéndole nerviosa -y en el peor de los casos, empujándole-. Para su suerte nadie había intentado la segunda, por lo no menos no a propósito. Su diestra se coló entre sus cabellos, peinándolos, luego de que una brisa tibia chocara con ellos. Observó a su alrededor intentando encontrar la cantidad de gente que siempre andaba en pie, sin mucho éxito. Era como si la mayoría hubiera preferido estar descansando en vez de estar divirtiéndose, y armando alborotos. En pocas palabras, un día casi perfecto.
Esta vez había optado por usar algo mucho más cómodo, dejando atrás los tacones. Su vestimenta se conformaba por unas sandalias y un vestido color verde, este último era unos dedos más arriba de la rodilla y tenía un estilo medio hippie. A pesar de eso le encantaba, ya que era casual y le sentaba bien. ¿Verdad? Al cruzarse aquella duda por su mente, no pudo evitar distraerse y perder la concentración en el camino que iba a tomar. ¿Se había perdido? un poco. ¿A dónde iría ahora? para contestar aquella pregunta tan solo debía recordar a una persona: Caleb. Al tan solo pensar en el chico de ojos claros, una estúpida sonrisa se le fijó en los labios, sin ánimos de esfumarse. Quien la viera pensaría que estaba loca, y el estar mirando a un punto inexistente con adoración, no le ayudaba de mucho. Definitivamente aquél chico estaba comenzando a apoderarse de ella, pedazo por pedazo y no sabía cómo responder ante aquello.
Intentando reaccionar, agitó su cabeza y se dijo que había venido a por el paisaje, no por su… amigo. Tragó en seco y acelerando el paso avanzó camino a los jardines. ¿Por qué? Aquél sitio se le hacía muy pacífico y aunque le diera vergüenza admitirlo, era especial para ella ya que ahí había conocido al joven de cabellos oscuros, este había sido muy dulce. Al revivir aquél momento en su mente, otra sonrisa boba se apoderó de sus labios. No fue hasta que escuchó el sonido de una guitarra, que volvió a sus cabales. Agudizó el oído y reconoció al instante la canción. Esta parecía venir del jardín. Con impaciencia, corrió como en las películas, y al llegar, le vio. Estaba igual que la primera vez, concentrado en las cuerdas y disfrutando de lo que hacía. En silencio, retrocedió un poco y se ocultó de su vista. Con torpeza, introdujo sus larguiruchos dedos en el bolso y cogió su cámara. Acomodándola entre sus manos, asomó la cabeza y apuntó hacia el chico. Mordió su labio inferior y tomó la foto, sintiéndose un paparazzi acosando al artista.
No sabía si interrumpirle o quedarse ahí y disfrutar del sonido. ¿Pero por qué ahora temía hacerlo, si la primera vez le había dado en las narices? Fácil, porque esa vez se le había acercado y este al instante había comenzado a fallar en las notas, y aquello le hacía sentir culpable. Además, seguramente él quería terminar la canción sin que nadie le molestara. Cuando estaba por retroceder aún más, tropezó con una piedra y cayó sentada. Al instante, sus mejillas se tiñeron de carmesí y solo atinó a levantarse con rapidez, sacudiendo su ropa. Para su suerte la cámara estaba a salvo y colgaba de su cuello. Suspiró con alivio pero la calma le abandonó al darse cuenta de que había quedado fuera de su escondite. Genial, a este paso jamás acabaras de escuchar la canción se recriminó internamente. Con lentitud, observó al muchacho de reojo mientras pensaba en alguna excusa. Necesitaba hablar. Pronto.— Hola Cal... —su voz sonó baja pero con aquél tono dulzón de siempre. Avanzó hacia él y le sonrió, nerviosa. Tan solo al tenerle enfrente, ya alteraba sus emociones de una forma incontrolable. La estaba volviendo loca, pero loca de amor.
Rebecca E. Goldenthal- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: You're my forever girl || Rebecca.
Las cuerdas vibraban bajo sus dedos, deleitando al aire con un dulce sonido que solo una guitarra acústica podía proveer. Sus ojos se habían dirigido a su mano derecha, observando cómo rasgaba las cuerdas con delicadeza, como si temiera romperlas, pero a la vez con fervor, para que el sonido saliera con potencia. Su boca emitía la letra de la canción casi automáticamente, sin siquiera tener que pensarla. Hay que aprender a tocar desde el corazón le decía siempre su padre, y creía que finalmente había logrado la tarea. Porque finalmente tenía una razón por la que cantar desde el corazón. Dios, desde que la había conocido se había transformado en todo un cursi, pero no podía evitarlo, pensar en ella era como pensar en un romance de película. Donde el tonto se enamora de la porrista y ella finalmente lo acepta y viven felices por siempre. Dudaba que eso fuera a suceder, Rebecca era demasiado para él, él jamás estaría a su altura y lo sabía. Y eso sí que le rompía el corazón. Saber que nunca volvería a besarla como aquella noche, saber que nunca la tendría en brazos y la llamaría suya, saber que nunca le tomaría la mano como algo más que amigos. Saber que cada uno de sus gestos no significaban más que eso, gestos de amigo.
Le frustraba, ¿por qué demonios no le decía lo que sentía? Al menos así se sacaría la duda de si el beso que le había dado esa noche era porque estaba alcoholizada o porque realmente le gustaba. Aunque ya conocía la respuesta, Becca + alcohol = Caleb confundido y Becca tranquila. Odiaba ser el único que se pasaba pensando en aquella noche como si fuera la mejor noche de su vida y a la vez la peor. Fue el momento en el que se dio cuenta de lo fuerte que eran sus sentimientos por la morocha, si no hubiera sido por ese beso jamás se hubiera dado cuenta. Bah, ¿a quién engañaba? Siempre lo había tenido bien claro, simplemente lo había negado hasta ver que una pequeña luz en el túnel, la idea de una mínima chance con ella. Había pensado mil y una formas de declarársele, desde una canción hasta recitarle un soneto de Shakespeare. Pero todo era increíblemente cursi. O tal vez simplemente debía ser sincero y decirle todo con sinceridad, sin vueltas pero sin sonar agresivo. O tal vez simplemente cerrar el pico porque era imposible que ella se fijara en él.
Sus cavilaciones lo distraían pero no lo suficiente como para hacer que errara una sola nota. Estaba muy acostumbrado a ponerse pensativo mientras tocaba, incluso tener otras distracciones como el televisor o gente conversando. Pero la única vez que alguien había hecho que él errara todas las notas había sido esa tarde, con esa morocha. La tarde en la que había comenzado todo. ¿Se arrepentía de haberla conocido? No, claro que no, había sido lo mejor que le había pasado en el campamento. ¿Deseaba no sentir más cosas por ella? Tal vez, así todo sería más fácil, como al principio.
Escuchó a los pájaros trinar cerca de él, preparándose para la noche, y notó cómo cada vez había menos luz. Pero él pretendía quedarse a la sombra de aquel árbol por un buen rato más, tocando esa canción una y otra vez. Pasaría la noche allí si así lo deseaba, intentando atinarle a las notas en la oscuridad. Era un gran ejercicio, conocer al mástil hasta con los ojos cerrados era algo realmente útil.
Estaba llegando al final de la canción cuando escuchó un sonido de algo cayendo contra el suelo. Enseguida y sin dejar de tocar levantó la cabeza y allí la vio, ruborizada de pies a cabeza incorporándose del suelo. Enseguida se detuvo y dejó la guitarra en el suelo, se incorporó y corrió hasta ella, con la preocupación en el rostro.
- Becca, ¿estás bien? ¿Te lastimaste? -preguntó con urgencia, preocupado porque la chica que amaba no estuviera sufriendo.
Le frustraba, ¿por qué demonios no le decía lo que sentía? Al menos así se sacaría la duda de si el beso que le había dado esa noche era porque estaba alcoholizada o porque realmente le gustaba. Aunque ya conocía la respuesta, Becca + alcohol = Caleb confundido y Becca tranquila. Odiaba ser el único que se pasaba pensando en aquella noche como si fuera la mejor noche de su vida y a la vez la peor. Fue el momento en el que se dio cuenta de lo fuerte que eran sus sentimientos por la morocha, si no hubiera sido por ese beso jamás se hubiera dado cuenta. Bah, ¿a quién engañaba? Siempre lo había tenido bien claro, simplemente lo había negado hasta ver que una pequeña luz en el túnel, la idea de una mínima chance con ella. Había pensado mil y una formas de declarársele, desde una canción hasta recitarle un soneto de Shakespeare. Pero todo era increíblemente cursi. O tal vez simplemente debía ser sincero y decirle todo con sinceridad, sin vueltas pero sin sonar agresivo. O tal vez simplemente cerrar el pico porque era imposible que ella se fijara en él.
Sus cavilaciones lo distraían pero no lo suficiente como para hacer que errara una sola nota. Estaba muy acostumbrado a ponerse pensativo mientras tocaba, incluso tener otras distracciones como el televisor o gente conversando. Pero la única vez que alguien había hecho que él errara todas las notas había sido esa tarde, con esa morocha. La tarde en la que había comenzado todo. ¿Se arrepentía de haberla conocido? No, claro que no, había sido lo mejor que le había pasado en el campamento. ¿Deseaba no sentir más cosas por ella? Tal vez, así todo sería más fácil, como al principio.
Escuchó a los pájaros trinar cerca de él, preparándose para la noche, y notó cómo cada vez había menos luz. Pero él pretendía quedarse a la sombra de aquel árbol por un buen rato más, tocando esa canción una y otra vez. Pasaría la noche allí si así lo deseaba, intentando atinarle a las notas en la oscuridad. Era un gran ejercicio, conocer al mástil hasta con los ojos cerrados era algo realmente útil.
Estaba llegando al final de la canción cuando escuchó un sonido de algo cayendo contra el suelo. Enseguida y sin dejar de tocar levantó la cabeza y allí la vio, ruborizada de pies a cabeza incorporándose del suelo. Enseguida se detuvo y dejó la guitarra en el suelo, se incorporó y corrió hasta ella, con la preocupación en el rostro.
- Becca, ¿estás bien? ¿Te lastimaste? -preguntó con urgencia, preocupado porque la chica que amaba no estuviera sufriendo.
Caleb J. Shultz- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 14/01/2013
Re: You're my forever girl || Rebecca.
¿Que era esa extraña sensación en su estómago? quería creer que solo era su cuerpo pidiendo comida, pero algo, más bien alguien, le hacía dudar que aquella fuese la respuesta correcta. Podría haberse puesto a pensar en millones de culpables, de no ser porque al que buscaba lo tenía justo en frente. Desde el primer momento en que le había visto había sentido un click, algunos podían llamarle amor a primera vista, otros mera atracción, pero Becca había optado por llamarle 'amistad a primera vista'. Si, era patético, pero siendo una persona con poca experiencia en temas amorosos, no sabía como reaccionar. ¿Tenía temor? muchísimo, porque el caer en el amor no significaba que no fuera a dolerte la caída, metafóricamente hablando. Además era su amigo, el más cercano que tenía y no podía arruinar aquella armonía. Claro que no. Ella era lo suficientemente fuerte como para mostrarse firme ante ese par de ojos verdes, ese cabello oscuro, esa sonrisa, esa voz... ¡Jo!, siquiera podía convencerse a si misma e iba a convencer al mundo de aquello. Suspiró con frustración.
Mantén la calma, se recordó al ver como Caleb se acercaba a ella. ¿Debía ser tan tierno? esas cosas eran las que le entorpecían. Le hacían flaquear las piernas, tartamudear, pensar cosas que jamás sucederían. La torturaban y le iban quitando fuerza a ese frágil corazón. — No te preocupes Cal, estoy entera — sonrío, intentando tranquilizarlo. Inconforme con sus propias palabras, se le acercó para acariciarle el rostro, con ternura. Detestaba verle así de preocupado, y si algo sabía hacer, era expresarse mucho mejor por acciones que por palabras. Su vista se perdió en los ojos de Caleb, y cuando iba a despegarla, le vino un recuerdo a la mente. El de aquella noche en esa fiesta, donde ella le había besado. Casi como si estuviera ocurriendo en ese mismo instante, un leve sonrojo cruzó sus mejillas y se separó de él, de una forma un poco abrupta. Era una cobarde, ¿porqué no le decía que a pesar de haber bebido, siempre había estado consciente de lo que hacía? quizás porque había una pequeña posibilidad de que el lo hubiese olvidado . ¡Oh, vamos! estaba más que claro que el ni lo recordaba, solo le veía como una amiga más, solo que una mucho menos atractiva.
Casi escapando de él y sus pensamientos, siguió caminando hasta llegar frente a la guitarra, que descansaba en el suelo. Con delicadeza y lentitud, se agachó cogiéndola entre sus delgadas manos, como si fuese de cristal. Justo al lado de donde antes estaba su mejor amigo, se sentó y puso la guitarra sobre sus piernas. —¿Y esto como se toca? — pensó en voz alta, y se sintió una tonta al darse cuenta de ello. ¿No podía por lo menos aparentar saber acerca de ello? pues al parecer, no.
Le había visto tocar pero jamás se había detenido a preguntar si podía enseñarle. No parecía tan difícil cuando lo veía a él, quién lo hacía con total naturalidad. Se mordisqueó la mejilla, acariciando el instrumento musical con curiosidad. Aquellas curvas le recordaban a una de las señoras que vivía cerca de su casa, a la señora Gladisse. Su risa no tardó en hacerse presente y con sus manos cubrió su boca intentando ocultarla. Aunque no era algo necesario, ya que con Caleb podías ser tu mismo. En definitiva; Cal si que toleraba, mucho más que otras personas.
Mantén la calma, se recordó al ver como Caleb se acercaba a ella. ¿Debía ser tan tierno? esas cosas eran las que le entorpecían. Le hacían flaquear las piernas, tartamudear, pensar cosas que jamás sucederían. La torturaban y le iban quitando fuerza a ese frágil corazón. — No te preocupes Cal, estoy entera — sonrío, intentando tranquilizarlo. Inconforme con sus propias palabras, se le acercó para acariciarle el rostro, con ternura. Detestaba verle así de preocupado, y si algo sabía hacer, era expresarse mucho mejor por acciones que por palabras. Su vista se perdió en los ojos de Caleb, y cuando iba a despegarla, le vino un recuerdo a la mente. El de aquella noche en esa fiesta, donde ella le había besado. Casi como si estuviera ocurriendo en ese mismo instante, un leve sonrojo cruzó sus mejillas y se separó de él, de una forma un poco abrupta. Era una cobarde, ¿porqué no le decía que a pesar de haber bebido, siempre había estado consciente de lo que hacía? quizás porque había una pequeña posibilidad de que el lo hubiese olvidado . ¡Oh, vamos! estaba más que claro que el ni lo recordaba, solo le veía como una amiga más, solo que una mucho menos atractiva.
Casi escapando de él y sus pensamientos, siguió caminando hasta llegar frente a la guitarra, que descansaba en el suelo. Con delicadeza y lentitud, se agachó cogiéndola entre sus delgadas manos, como si fuese de cristal. Justo al lado de donde antes estaba su mejor amigo, se sentó y puso la guitarra sobre sus piernas. —¿Y esto como se toca? — pensó en voz alta, y se sintió una tonta al darse cuenta de ello. ¿No podía por lo menos aparentar saber acerca de ello? pues al parecer, no.
Le había visto tocar pero jamás se había detenido a preguntar si podía enseñarle. No parecía tan difícil cuando lo veía a él, quién lo hacía con total naturalidad. Se mordisqueó la mejilla, acariciando el instrumento musical con curiosidad. Aquellas curvas le recordaban a una de las señoras que vivía cerca de su casa, a la señora Gladisse. Su risa no tardó en hacerse presente y con sus manos cubrió su boca intentando ocultarla. Aunque no era algo necesario, ya que con Caleb podías ser tu mismo. En definitiva; Cal si que toleraba, mucho más que otras personas.
Rebecca E. Goldenthal- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: You're my forever girl || Rebecca.
Tuvo que apretar los labios con fuerza para no suspirar ante la belleza que tenía ante sus ojos. Aquellos orbes azules eran hipnóticos, su cabello negro al viento, su piel blanca llena de pecas que le daban un aire de inocencia, sus labios... dios, sus labios. Sus deliciosos labios, esos que quería volver a probar una y otra y otra vez hasta el cansancio. Pero sabía que no podía. Él estaba en la zona del amigo, nada más. Es decir, por favor, ella era una porrista. Popular, hermosa, con un millón de pretendientes. ¿Por qué lo iba a elegir a él? Era desaliñado, torpe, tonto, hacía malos chistes y cada vez que quería decirle lo que sentía se le trababa la lengua y comenzaba a decir estupideces. Le gustaban los cómics, los videojuegos y las películas de horror. Estaba a un disfraz de Star Wars de ser todo un geek, ¿por qué una princesa como ella se conformaría con alguien como él? No encajaban, todos lo sabían. Nadie entendía ni siquiera cómo era que eran amigos. Simplemente no iba a pasar, tenía que acostumbrarse a la idea.
Se mordió el labio inferior apenas y sonrió cuando ella acarició su mejilla con su delicadeza característica y le dijo que estaba bien. Él la sobreprotegía en ocasiones, era cierto, pero no iba a dejar que nada le pasara a su mejor amiga. Y si eso significa tener que castigar a una piedra tirándola al lago por hacerla tropezar, él lo haría. Se transformaría en un asesino de piedras, no le importaba. Observó con curiosidad cómo ella se sonrojaba y frunció el ceño apenas, sin entender la razón. Quedó un poco confundido cuando ella se separó de él, algo atontado luego de la caricia y le tomó unos segundos volver a la realidad. Ella era capaz de llevarlo a las nubes y bajarlo a la Tierra de improviso, así, sin aviso alguno. Eso le encantaba de ella y a la vez lo confundía bastante. Había varias cosas que no entendía de Becca, como esa forma de ruborizarse sin razón.
Se volteó y la siguió con la mirada, embobado, mientras ella caminaba como si flotara, con esa elegancia y porte que la caracterizaba, como una hermosa bailarina. La observó agacharse y tomar su guitarra como si fuera un preciado tesoro y pensó que se derretiría en ese mismo instante. Becca y su guitarra, las dos cosas que más amaba en este mundo combinadas. Se veía increíblemente sexy sosteniendo su guitarra y tuvo que sacudir la cabeza un par de veces para reaccionar y no quedarse babeando como un estúpido enamorado.
Sonrió con ternura y se acercó a ella.
- Veamos, déjame enseñarte -se sentó detrás de ella y puso sus piernas a ambos lados de las de ella. Llevó su mano izquierda y la colocó sobre la de ella, ruborizándose, mientras colocaba su dedo índice en la tercera cuerda del segundo espacio, su dedo del medio en la primera cuerda del segundo espacio y su dedo anular en la segunda cuerda del tercer espacio-. Bien, eso es un Re, aprieta las cuerdas y rasguea -le dijo tranquilamente, apoyando la cabeza sobre su hombro y aspirando su dulce aroma a frutillas.
Se mordió el labio inferior apenas y sonrió cuando ella acarició su mejilla con su delicadeza característica y le dijo que estaba bien. Él la sobreprotegía en ocasiones, era cierto, pero no iba a dejar que nada le pasara a su mejor amiga. Y si eso significa tener que castigar a una piedra tirándola al lago por hacerla tropezar, él lo haría. Se transformaría en un asesino de piedras, no le importaba. Observó con curiosidad cómo ella se sonrojaba y frunció el ceño apenas, sin entender la razón. Quedó un poco confundido cuando ella se separó de él, algo atontado luego de la caricia y le tomó unos segundos volver a la realidad. Ella era capaz de llevarlo a las nubes y bajarlo a la Tierra de improviso, así, sin aviso alguno. Eso le encantaba de ella y a la vez lo confundía bastante. Había varias cosas que no entendía de Becca, como esa forma de ruborizarse sin razón.
Se volteó y la siguió con la mirada, embobado, mientras ella caminaba como si flotara, con esa elegancia y porte que la caracterizaba, como una hermosa bailarina. La observó agacharse y tomar su guitarra como si fuera un preciado tesoro y pensó que se derretiría en ese mismo instante. Becca y su guitarra, las dos cosas que más amaba en este mundo combinadas. Se veía increíblemente sexy sosteniendo su guitarra y tuvo que sacudir la cabeza un par de veces para reaccionar y no quedarse babeando como un estúpido enamorado.
Sonrió con ternura y se acercó a ella.
- Veamos, déjame enseñarte -se sentó detrás de ella y puso sus piernas a ambos lados de las de ella. Llevó su mano izquierda y la colocó sobre la de ella, ruborizándose, mientras colocaba su dedo índice en la tercera cuerda del segundo espacio, su dedo del medio en la primera cuerda del segundo espacio y su dedo anular en la segunda cuerda del tercer espacio-. Bien, eso es un Re, aprieta las cuerdas y rasguea -le dijo tranquilamente, apoyando la cabeza sobre su hombro y aspirando su dulce aroma a frutillas.
Caleb J. Shultz- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 14/01/2013
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Jue Oct 10, 2013 4:51 pm por Invitado
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