La sangre es la sangre {Clarissa}

Todavía recordaba la cara de enfado de Sarah aquél día en el que nos habíamos peleado como dos locas. Había sido la peor pelea que tuvimos, no había llegado a los golpes pero de todas formas era molesto recordarla. Además casi todo el campamento se había enterado de eso, había sentido vergüenza en su momento pero eso poco importaba ahora. Estábamos distanciadas, no era lo mismo entre nosotras o, al menos, las cosas había empeorado. Suspiré y volví a leer aquél mensaje de texto en el cual mi padre me contaba que Clarissa también había regresado al campamento y además pedía por favor que la cuidara. Eso último no tenía que decírmelo, al fin y al cabo era lo que siempre hacía por mucho que a la rubia le molestara.

Dejé mi celular y seguí dedicándome a lavar los platos de la cocina. Clarissa y Blade tenían el campamento pagado, pero yo había decidido trabajar como el verano pasado y no era algo que me molestara. Ni modo, terminé con los platos y fui hacia la parte delantera del comedor para limpiar las mesas.

Una cabellera rubia entraba a la cocina, de manera elegante y relajada. Miró un poco, tomó una bebida de la máquina que había en el comedor y fue a sentarse junto a una ventana. Era Sarah. Tragué saliva y giré para meterme otra vez en la cocina. Pero me detuve y decidí ir a saludarla y quizá hablar algunas cosas claras ya que seguro nos veríamos las caras seguido por allí. Dejé a un lado el paño que llevaba para limpiar las mesas y solté un mi cabello.

―Es bueno saber que has decidido volver aquí, Sarah.―dije con seriedad, dejando mi propia bebida sobre la mesa, acomodando el asiento y por fin sentarme en su misma mesa. La miré a los ojos tratando de adivinar qué era lo que pensaba. El mensaje de mi padre había sido claro, pero algo me decía que Sarah no estaba allí porque sí o por gusto propio sino que había algo más...

Avergonzada esa era la palabra perfecta que me describía, el me envicio con la droga jugó con mi corazón tal como yo lo hacía siempre con los demás, me lleno de mierda y luego se fue de seguro creyendo que lo seguiría como la perrita faldera que era, como otras tantas veces pero aun me quedaba una mínima dignidad y la acabe toda al contarle a mi madre lo ocurrido. Llore como no lo hice nunca ni siquiera cuando tenía once y Evan se desvivía por mi hermana, solo que este dolor era más intenso mas desgarrados e infinitamente más doloroso signo de que me rompieron el corazon.

Mama se fue de boca con papa y el me obligo nuevamente a venir aquí, creyendo que asi me curaría y dejaría los excesos que puedo decir el tiene demasiada fe en mi, camine por la entrada perdiéndome entre los pasillos sabía que había llegado el momento de madurar aun que sea un poco que conversar con mi hermana. Vergüenza eso sentía al recordar ese dia de copas de mas donde le grite lo que por años me había callado para no joderlo todo y que termino infinitamente peor, el poco contacto que teníamos se fue a la mierda por mi y mi bocota.

Fue entonces cuando el apareció con su sonrisa angelical y sus mundos oscuros y misteriosos y me olvide de todo incluso de Evan cosa no había podido hacer desde pequeña y el lo logro, me permití soñar como cuando uno es niña sobre la casa de campo, los hijos y el perro con el gato. Pero sus mundos misteriosos me tragaron, no asistí al instituto me drogaba en cualquier parte y a cualquier hora pero mi padre trataba de aparentar frente a mis hermanos y la gente en general que todo seguía igual, sin embargo mientras él me defendía a muerte mi madre me trataba de lo peor, en el fondo se que por mi y no por sus “diferencias irreconciliables” se están separando.

Reuní todo el valor que pude y entre al comedor, para ganar más tiempo saque una coca cola de la maquina y espere sentada al lado de una ventana viendo pasar a los campistas, si conocía a mi hermana no importa lo enojada que estuviera siempre me cuidaría y eso significaba que se acercaría a hablar lo mas civilizadamente que pudiera y no me defraudo, sonreí falsamente y desvié la mirada pues ella era la valiente yo solo era la cobarde, no me atrevía a hacerle frente pero tenía que hacerlo se lo debía.

-Obligada es la palabra adecuada hermana y lo sabes- murmure mirando la botella –pero no vine aquí a eso y también lo sabes Madison- dije seria y por fin sentí valor y la mire a los ojos esperando que eso fuera suficiente como cuando éramos niñas y con solo una mirada ella sabía a qué quería jugar…

―Entonces cuéntame por qué estás aquí, Sarah.― le dije mientras abría mi bebida lentamente y le daba un trago corto, sin apartarle la mirada. Clary podría imaginar que yo sabia todo respecto a ella pero lo cierto era que no. Mis padres y mi hermano estaban enterados de lo que había pasado entre nosotras que ya ni trataban de hablarme de ella o hablar de mi con Sarah. Las cosas no estaban del todo fría y eso se notaba con tan solo mirarnos; yo solo esperaba poder ser lo suficientemente madura como para sobrellevar la situación pero cuando se trataba de Clarissa las cosas nunca se sabían cómo podían terminar. ―Sé que no estás por gusto en el campamento, lo que no sé es qué llevó a papá a obligarte sabiendo lo mucho que detestas este lugar.

Yo estaba segura de que mi padre no permitiría que nos viéramos mucho las caras, y no enviarla al campamento era algo bueno para eso. Pero había sucedido lo contrario, Sarah estaba ahí y además mi padre me había pedido fijarme en ella y cuidarla. Suspiré y me apoyé en el respaldo de mi silla, para luego bajar la mirada a mis manos y otra vez a Sarah cuando la oí hablar.

-Papa quiere protegerme de el Mad- murmure despacio fijando mi mirada en mis manos, tratando de ignorar el hecho de que hace siete años no la llamaba así –apuesto a que no sabes las locuras que cometí este año, así como yo no sé qué te ocurrió de ti- suspire y la mire a los ojos –olvide a Evan hermana, el me hizo olvidarlo- necesitaba decírselo esa era mi manera de liberarme aunque sabía que no del todo.

-Se que no podemos empezar desde cero porque yo te he hecho mucho daño así como tú lo has hecho inconscientemente- suspire –así que pido una tregua- dije despacio en un susurro, mi orgullo no me permitía mas, estar en paz por lo menos este verano con ella sería bueno para mi alma, descansar un poco de esa envidia insana que tenia de ella por que esa era la culpable de todo. Eso me resultaba mucho más fácil que responsabilizarme de mis errores… no aun no estaba preparada para ello.

La postura que Sarah había tomado me dejó confundida inmediatamente. Desplegué mis labios un tanto sorprendida por sus palabras, por la sola razón de darme cuenta de que Sarah estaba contándome sus cosas y sobretodo diciendo que necesitaba ser protegida, o al menos reconocer que estaba bien lo que mi padre había hecho. O así lo entendía.

Cuando mencionó a Evan quise abrir la boca para callarla y no volver a ese asunto con la idea de que terminaría en discusión pero no, Clarissa se veía extraña y madura como jamás lo había sido. Lo que aún era más extraño era que hablaba de alguien más y yo no sabia a quién se refería. ¿Que había olvidado a Evan? No quise indagar sobre eso pero su comentario no me dejó aliviada.

Sus palabras fueron sinceras y los recuerdos de esa noche en aquél enfrentamiento volvieron a mi mente. Sí, esa noche Clary me había contado del daño inconsciente que le había causado y yo no podía quitarme aún esa sensación de molestia en mi garganta. Sus palabras fueron duras y me hicieron sentir tan mal que me preguntaba todo los días por qué no me había dado cuenta de lo que Sarah sentía. Ese día sin duda me había dado cuenta de lo pésima hermana que era, tratando de protegerla de cualquiera dolor cuando el solo hecho de tenerme cerca a mi y a Evan era suficiente para que estuviera mal. Tan difícil fue todo que eso me llevó a alejarme de Evan, por ella.

―Sé que no será fácil, pero necesito que me digas quién es esa persona de la que hablas.―pregunté utilizando el mismo tono bajo, apoyando mis brazos en la mesa para acercarme más sin dejar de mirarla a los ojos, más preocupada que antes. ―¿Qué hiciste, Sarah?―mi pregunta iba dirigida con paciencia, ganas de saber y como reproche como lo hubiera hecho mi madre.