tobillo nuevo (liam)

Días habían pasado ya desde que pisé aquel lugar, pero más días habían pasado desde aquella estúpida caída que había hecho a mi tobillo torcerse de una manera errónea. Volviendo la vista a aquella tarde... La verdad es que había sido bastante gracioso e inesperado. Quién diría que haciendo el idiota en la calle, comprando comida con mis amigas pisase mal un bordillo....Ahora, eso me había fastidiado mis primeras semanas en el campamento, pero eso estaba por terminar, aquella mañana me habían llamado desde casa para decirme que el médico había dicho que ya podía quitarme la venda y liberar mi tobillo, y buscar a un fisio para hacer algo de recuperación, aunque claro, nada de deporte y nada de tacones, difícil de hacer y más con el tobillo ya liberado.

Así que ahí estaba, esperando a que la enfermera me quitase con cuidado la venda y diese un ligero masaje en la zona. La muchacha me hizo pasar y me tuvo a la espera un buen rato, al parecer mucha organización no tenía pero bueno, no tenía prisa. Solo pensaba ir a la playa y caminar un rato, no quería forzar el primer día y hacerme otra avería que me costaría el verano entero. Allí, mientras esperaba, busqué un papel y con uno de mis bolígrafos pensé en poner un anuncio para buscar un fisio, o alguien con conocimiento para ayudarme con el tobillo, si no, buscaría más detalladamente por los alrededores. Con algo de agilidad y gracia, pues el tobillo aun no me permitía moverme del todo salí y colgué el papel rápidamente, esperaba que nadie hubiera visto mi proeza. Así, de la que volví a sentarme la enfermera apareció con todos los utensilios y enseguida me quitó la venda y pude ver el morado que dejaban golpes como esos, y, a los pocos minutos, la enfermera salió, sin haber hecho demasiado y me dejó ahí sentada, pues ya podía salir cuando quisiera. Me senté y miré el suelo, sin saber si atreverme a hacerlo yo sola, pues no sabía si aguantaría esa estabilidad.

Hoy me tocaba ir a la enfermería a buscar algo para mis emergencias. Siempre teníab que tener una jeringa, agujas y frasquitos de adrenalina. El otro día había pasado el susto de mi vida cuando estuve a punto de morder un chocolate y tuve la suerte de que tuve la ocurrencia de darle un vistazo abntes de morderlo. Y ahí estaba... en la envoltura vi que tenía cacahuete. Estuve a punto de morir. No es una exageración lo que digo... realmente moriría si llegara a comer eso. La última vez que lo hice se me cerró la garganta y no podía respirar. Ahí empezaron las llamadas de eemregancia... la mierda de la perforación en la tráquea antesd e que estirara la pata... mi padre la pasó realmente mal.
Desde entonces siempre ando con eso: Una jeringa, agujas y frasquitos de adrenalina para desinflamar la garganta y tener tiempo de ir a un hospital.
Entré en la enfermería pero a primera vista no había nadie. No hasta que me fijé bien. Había una chica sentada mirando hacia el suelo.
- Disculpa, ¿estas bien? - iba a parecer preocupado hasta que noté que fue una pregunta idiota ya que estaba en la enfermería - Ok, eso fue una pregunta idiota, disculpa. ¿Has visto a la enfermera?
Noté que la chica tenía una algo que el manchaba uan pierna... como polvo. Quizá le quitaron un yeso. Liam, como deportista, reparador en casa y ayudante en reparaciones y construcciones con su padre se había roto unos cuantos huesos. Gajes del oficio.

Aún esperaba ahí sentada, esperanzada de que la enfermera llegase de nuevo y me ayudase a incorporarse... La verdad es que no sabía de donde había salido, pues el año pasado no recordaba haberla visto, aunque a decir verdad mucho tiempo no pasé en la enfermería. Viendo que no volvía, cosa que me suponía fui poco a poco sentandome más y más en el bordillo. El primer movimiento, el más brusco me hizo estremecerme un poco, vale, quizá debería dejarme de tonterías durante una semana. Cogí el teléfono y mandé un mensaje a mis padres para informarles de todo, pues sabía que si no no tardarían en llamarme, y me di cuenta, que se me había olvidado traer la tobillera, y por otro lado, solo había traído un zapato, pues el otro debía de haberlo dejado en mi habitación, genial. Mi inteligencia como siempre brillaba por su ausencia.

Con la mente en otras cosas no me di cuenta de que alguien había entrado hasta que me habló, lo que me hizo dar un ligero salto y hacer una mueca por el dolor y susto. - No es nada. - sonreí - consecuencias de ser una patosa - miré al muchacho, su cara me era conocida, seguramente sería alguien deportista, le habría visto por las habitaciones lo más seguro. - La enfermera... - rodé los ojos - se fue hace rato dejándome a mi vera para incorporarme... - volví mi vista abajo, pensando en como haría para no hacerme daño, y no parecer ridícula en el intento. Suspiré y apoyé la punta sobre el suelo helado y lentamente siguiendolo el resto del pie, mientras me aferraba a lo que fuera para no caerme. El muchacho debía pensar que estaba loca o algo... y por ello odiaba aún más mi problema de tobillos...