Locura nocturna ( libre)

No hacía ni una semana siquiera que llegaba al campamento y ya estaba vagueando lo mas tranquila, que bien suena eso. En la mañana me había sentado bajo un árbol a dibujar un rato, y luego me había pasado toda la tarde sentada en el pequeño muelle o lo que fuera del río sólo observando lo hermoso del paisaje y tocando un poco la guitarra, que ya me salía mucho mejor en comparación a hacía sólo unas semanas, cosa que me dejaba mas que contenta por supuesto. Si quería ser alguien en la música debería mínimamente tocar muy bien la guitarra, porque puede que mi voz no sea suficiente para llamar la atención, pero me tengo fe en que algún día triunfaré.

Ya estaba anocheciendo aunque muy lentamente, común del verano, pero refrescaba un poco, así que mejor largarme de allí. Tomé mis cosas, me puse de pie, y marché hacia mi habitación.
Pensé en ponerme algún vaquero pero no, mejor me quedaba con mi amado short de tachas y ya, y me puse una chaqueta de jean sobre la blusa para que no me venga el frío. Cambié las ojotas por zapatillas y ya, no había mucho cambio pero bueno, estaba mejor. Dejé el plato de Hatchi lleno de comida para que se distrajera un rato el pequeño y me fui en busca de algo de comer para mi, ya que el ruido de mi estómago se me hacía insoportable.

Caminé sólo unos diez o quince minutos y ya había llegado al comedor, y entré rápidamente tentada por la comida, como buena glotona feliz que soy. Había algunas cuantas personas situadas en diferentes mesas, y tranquilamente pude haberme acercado a alguna de ellas simplemente a hablar, pero no, de anti social como yo sola decidí irme por la primer puerta que vi. Era un pequeño pasillo oscuro, con una puerta sólo un poco abierta por la cual salía algo de luz. Palpé las paredes con mis manos para comprobar que tan estrecho era y caminar sin chocar ni romper nada, pero misión fallido puesto que pise algo y cayó una escoba, que de pura suerte pude atrapar pero aún así había hecho algo de ruido. Apreté los párpados e hice una mueca por el ruido, como hacen los niños pequeños, que cierran los ojos y creen que nadie les ve, ja.
Justo cuando creí que nadie había escuchado nada y que podría marcharme tranquila y silenciosamente, escuché una voz a muy pocos metros. Bufé y me acerqué mas a la puerta, ésta vez palpando también con los pies por si había algo mas. -Uhmm... Lo lamento, soy sólo yo, y... Uh.... Buscaba... El baño.- ¿En serio, Louise? ¿El baño? Pensé aguantando la risa por la estupidez de mi excusa.
Esperaba encontrarme con alguna cocinera o algo de eso, pero al abrir la puerta del todo y mirar me di cuenta lo equivocada que estaba, pues había un muchacho, lo que en parte era bueno porque ya pensé que me regañarían. -Está bien, sólo husmeaba, perdón por asustarte.- Agregué ahora siendo sincera aunque sin querer apartar la mirada del suelo un tanto apenada.

No pude evitar reírme cuando vi que echó el tazón de lo que fuera y con el susto que se dio, es decir, no soy un fantasma ni nada parecido, supongo. Cubrí mi boca con una de mis manos y luego asentí con la cabeza como si nada pasara. -Si, es muy grande, no sería la primera vez que me pierdo.- Bueno, eso sí era verdad, buscar una habitación y acabar en una cancha de baloncesto no está muy bien que digamos.
Debo admitirlo, si por mi fuera, viviría a chocolate, es la cosa mas deliciosa que puede haber en el mundo. Sonaré como una pequeña vaca entre todas las super modelos que hay en éste lugar pero bueno, uno hace lo que puede, y yo intento ser yo misma. -No voy a mentir, vivo con antojo a chocolate, así que obviamente no diré que no.- Reí bajo y mordí apenas mi labio inferior, arrugando la nariz también. Se siente bien mandar la timidez a otro lado y hablar bien con alguien sin preocupaciones.
Me dirigí tranquilamente hacia el tazón y lo tomé contenta de que casi no había derramado. Pasé mi dedo índice por la mezcla o como se llame y luego lo lamí. -Delicioso.- Comenté y pasé el dedo por su nariz riendo y dejando chocolate. Siempre he tenido la mala costumbre de limpiar los tazones donde mi madre preparaba las tortas o galletas a cucharadas, o al menos desde que tengo memoria, aunque en el orfanato nunca había comida muy deliciosa que digamos. Tal vez por eso ahora soy un asco y como cualquier cosa que me pongan en frente.
-Gracias, no soy de meterme en problemas seguido, no va con mi cara de niña buena.- Bromeé haciendo la tan conocida cara de cachorro para luego tender mi mano derecha. -Soy Keila, y soy mala para recordar nombres y rostros... Y cualquier cosa, así que... ¿Quien eres tu?- Sonreí un poco y a la vez negué con la cabeza. No me iba eso de los niños casanovas pero hay que admitir que un chico en pijamas, cocinando, y que se asuste por una chica, te guiñe un ojo, se ve mas gracioso que atractivo. -Y prefiero Kei antes que Rubia.- Me encogí de hombros haciendo una pequeña mueca.