locked out of heaven {Madisson | Chris}.

¡Mal! ¡Mal! ¡Mal!. ¿Cómo se me había ocurrido semejante estupidez? ¿Cómo había podido desligarme así como así de alguien que me había marcado tan profundamente? ¿Cómo había hecho para dejarla atrás tan fácil y no preocuparme por ella, y pensar que solo sería cosa de una noche, o unas cuantas noches?... Eran muchas preguntas que rondaban sin respuestas por mi cabeza, muchas preguntas que exigían respuestas, y por más que intentaba encontrarle alguna lógica a todos los actos que había cometido sin pensar durante todo el año... me encontraba más lejano a lograr por fin que mi mente concluyera en un pensamiento, en una razón por la cual actué de dicha forma y no de otra. Pero bueno, mientras tanto tenía que intentar deshacerme de esos pensamientos, y sabía que esta vez, esta vez que no tenía control sobre mí mismo, no podía volver a caer en las drogas, en ese mundo oscuro y hostil, sin escapatoria que significa la inyección de la heroína, o cualquier otra forma de drogarse. Ahora me tenía que mantener alejado de ella, si es que no quería caer nuevamente en coma, y esta vez no tuviera la misma suerte que había corrido con anterioridad.

Sabía que la única forma en que mi cabeza se alejara de sentimientos y pensamientos torturosos sería haciendo deporte, por lo que no dudé en arreglar todas mis cosas, mi mochila adidas con toda mi ropa de la misma marca, las raquetas de tenis, y la pelota. Estaría solo, pero la pared es una buena opción para intentar mejorar. Este es uno de los deportes que más me gustaban, pero no era especialmente bueno, manejaba todo, pero como prefería otros deportes que ese, no era excepcional, como en el fútbol, por ejemplo. Asi que en un abrir y cerrar de ojos aparecí en la entrada de la cancha de tenis, la cual misteriosamente estaba abierta. ¿Quién estaría casi a las 7:30 de la mañana jugando? Yo me había despertado a esa hora, inquieto por los oscuros pensamientos y divagaciones, pero no pensé que podía haber otra persona que también tuviera problemas, y viniera a descargarse como yo, o simplemente le gustaba mucho el deporte, por que hoy no entrenaba el equipo de tennis. Sin embargo, a lo que crucé la puerta y el pasillo, y me encontré en la cancha, vi una silueta muy familiar, "intentando" pelotear contra la pared. Lancé una carcajada estridente, y demasiado burlona, haciendo que la persona que jugaba se volteara rápidamente, seguramente para decirme que me fuera, o algo.

- ¿Desde cuando que tú te levantas temprano? y más sorprendente aún... ¿Desde cuando tú, precisamente tú, juegas tennis? - Dije aún entre risas, mirando a Madisson, la única persona de la que estaba completamente seguro que en realidad me quería.

Giré en mi cama una vez más y me quité las sábanas de encima para mirar el techo de mi habitación, mientras sentía como una de mis compañeras de cuarto roncaba. Ignoraba si era Julia o Brittany pero resté importancia. Me quedé como idiota mirando al techo por unos minutos y me senté en mi cama luego, observando el reloj de mi mesa de luz. Las 06.45. Muy temprano y ya estaba sin ganas de dormir luego de aquella pesadilla. Había pasado tiempo que no soñaba con Evan y mucho menos con Clarissa y esa noche ese sueño no me había dejado descansar muy bien.

Me puse de pie en silencio y fui al baño a darme una ducha y luego salir hacia las canchas del campamento, a estrenar esa raqueta y pelota de tenis que me había comprado. No sabía jugar, pero me gustaban los deportes y siempre trataba de practicar cosas nuevas. El camino hacia las canchas fue lento y no me crucé con nadie en camino. Claro, a esa hora normalmente los campistas acababan de llegar de sus fiestas.

Le di con fuerza a la pelota una y otra vez, tirando contra la pared con ganas de sacar la mayor fuerza que podía, descargando mi mala energía de ese día. Jugaba pésimo, debía admitir, parecía una niña de cinco años jugando con su primera pelota. Suspiré y fui a buscar la pelota a un costado de la cancha. En ese momento oí una voz a mi espalda, una voz masculina muy conocida. Volteé y me encontré con esa risa burlona, con esa mirada divertida y brillante y quise correr para abrazarlo pero también para matarlo.

―Piérdete, Chris. ― le dije con voz tranquila y volteé para pegarle otra vez a la pelota. No pude evitarlo mucho tiempo y volví a voltear para ir hacia él darle un gran abrazo. ― Eres un idiota. Perdiste contacto conmigo, no respondes mails ni llamadas y te apareces aquí a esta hora como si nada y burlándote de mi poca capacidad para jugar este juego. ― hablé rápidamente mientras sonreía de alegría de volverlo a ver después de mucho tiempo. Me separé de él, lo saludé con un beso en la mejilla y di un paso hacia atrás, para mirarlo mejor y notar que se veía igual que antes. ― ¿Dónde te habías perdido? ¿Tú qué haces aquí? En el juego de quién era el más flojo tú siempre ganabas. ― le di un leve golpe en el brazo y sonríe con serenidad. Este verano sería mejor con su compañía, era muy bueno para mi saber que contaba con más amigos de lo que jamás podía imaginar.

Me seguí burlando un buen rato de Madisson, hasta que comentó su "piérdete Chris", e infantilmente, le saqué la lengua, como todo un niño chico... Pensar que el Christopher mujeriego, charlatán, sacaba toda su parte infantil, de joven en su niñez cálida junto a ella, sacaba toda su parte protectora, divertida, simpática... todo lo que con las demás mujeres evitaba demostrar ¿por qué? Por que a pesar de que conocía a Madisson hace solo un verano, eso le bastó para darse cuenta que aquella mujer lo quería de verdad, no solo por su apellido, o por lo que podía hacer con su dinero... a ella le daba lo mismo, y Christopher lo sabía, por eso se sentía tan a gusto en su compañía, por que ella no lo presionaba para ser el "mejor Di Franco del legado", por que le daba exactamente igual, y él, aunque nunca lo decía, eso le gustaba bastante, y lo agradecía. Cuando ella corrió a abrazarme, yo la levanté unos segundos del suelo, y la abracé en el aire... Estaba delgadísima, y cuando la bajé ella me dio un beso en la mejilla, y yo desordené su siempre tan ordenado cabello, lo que me sacó una sonrisa, y a ella una mirada con el ceño fruncido. - Estás muy delgada, te faltan unas cuantas cazuelas. Hoy almorzarás conmigo, y te meteré de comida 200 kilos más.- Dije, encogiéndome de hombros. A continuación la miré con una sonrisa de oreja a oreja, y me preparé para el discurso que había hecho para explicar mi ausencia.

- Madi, no hablé con nadie. Me desconecté de absolutamente todos, aunque... a tí te mandé un regalo de cumpleaños. ¿Lo recibiste? - Noté la extrañeza en su semblante. Le había mandado una carta con un "te adoro demasiado fea", una barra grande de chocolate amargo de mi favorito -con lo que esperaba que ella se acordara- y con un tablet 2.0, cosa que no había tenido ni escrúpulos en compárselo. Como no había puesto mi nombre en alguna tarjeta de identificación en el regalo, igual dudaba que se acordara que yo había sido quién se la mandaba. - Repasa la lista de tus taaaaaaaantos regalos de cumpleaños y sabrás. - Dije con una sonrisa, y dejé mi bolso adidas en el suelo, y me acerqué a tomar la otra raqueta que ella había dejado en el suelo de la cancha de tennis.

- Si bien, no quería que nadie supiera de mí, no podía dejarte desamparada el día de tu cumpleaños... aunque seguro que pensaste eso, de hecho, seguro que dijiste "Maldito Christopher que no se acuerda de su mejor amiga" - Esto último lo dije intentando imitar lo mejor que me saliera su voz, y ante la similitud, me largué a reír fuertemente, y le saqué unas cuantas risas a ella también

Siempre en los brazos de Christopher me sentía una niña pequeña, mi peso para él no era nada, y mucho más cuando sacudía mi cabello de esa forma que en los primeros tiempos me había molestado y ahora ya lo tomaba como una costumbre suya, la cual había extrañado mucho. Miré mi cuerpo y luego con el ceño fruncido lo volví a ver. ―Estoy igual que siempre, pero si quieres invitarme a almorzar por mi bien.― sonreí y tras mirarlo unos segundos volvió a hablar, explicando el por qué no había sabido de él durante un largo tiempo. No creía que Chris se había perdido así como sí porque quería, él era de los que jamás se olvidaban de sus amigos y eso era lo que más me agradaba de él. Sabía que Di Franco tenía algunos problemas con su familia tan exigente, él mismo me lo había contado una vez y en ese momento sentía ganas de hacerle muchas preguntas respecto a eso pero ya habría tiempo, ahora lo importante era sonreír como dos tontos. Como lo que éramos.

―Tu regalo. Lo recuerdo muy bien y me encantó todo salvo el "fea", pero sé que es tu forma de decir que me quieres.― reí un poco y acomodé mi flequillo que él se había encargado de despeinar. ―Te envié el gracias a tu correo, pero quizá no lo has leído. No debiste por enviarme esa tablet, cuesta mucho dinero.― me había dado pena ese regalo, pero se lo agradecía mucho y ahí estaba su regalo como nuevo, bien cuidado como debía ser. Chris tenía en el bolsillo el dinero que yo jamás tendía en mi vida pero de igual forma no me ponía cómoda que alguien gastara dinero en mi que yo jamás podría devolverle algo igual. Al menos no ahora porque mi trabajo no me alcanzaba para nada.

Caminé por la cancha sin apartar la mirada de él y acomodé la raqueta para jugar, mientras lanzaba una carcajada fuerte por cómo trató de imitarme. Tonto, se burlaba de mi. ― Yo no hablo así, Di Franco. Mi voz es más suave, relajado y dulce por si no lo sabías.― reí otra vez y tomé la pelota para lanzarla a su cabeza. ―Anda, enséñame a jugar. Y quien pierde paga los tragos el próximo fin de semana. ¿Qué dices? ― sonreí de lado.

La miré de arriba a abajo con una sonrisa que se extendía por todo mi rostro. Me agradaba ver que Madisson, que era como mi hermana pequeña, hubiera crecido tanto a lo largo de este año. Estaba más linda, y más madura y me recordé que ahora tendría que ser mucho más severo con todos los hombres que intentaran acercársele. Yo conocía las razones por las que los hombres buscaban a las mujeres de linda figura, de lindo rostro, y no era muy bueno. Y más si se topaban con alguien de tan buenos sentimientos. La mayoría de los hombres las quería solamente para follar, como yo en tiempos antiguos, asi que ahora no dejaría que le hicieran eso a Madisson; no se lo merecía por nada del mundo. - No, Pudín. Estás más delgada, y más bonita. Tendré que andar con el calibre 45 para todos lados por si algún buitre te hace daño. A mi mejor amiga no se le toca ¿eh?. - La miré fijamente con los ojos entrecerrados un momento y luego me encogí de hombros; ya habría tiempo para que me contara sus experiencias del año pasado, cuando yo me había ausentado de su vida.

- Madi, madi, madi. Mira mi cara. - Apunté con mi dedo, mi cara, en concreto mis ojos lapizlázuli. - ¿Me ves preocupado por haber gastado plata en un tablet? No. ¿Te pedí de vuelta la plata? un grandísimo NO de respuesta. Así que da igual amiga, disfrútalo, cuídalo y si se te hecha a perder, mándame un mensaje al celular y yo hago las gestiones, no te preocupes. No me molesta gastar plata precisamente en tí, pudín, tú solo disfrutalo. - Sonreí en la medida que jugaba con la pelota, tirandola contra la pared y agarrandola con mi mano libre. - Bien, Madi. Me gustó la idea. Prepárate para comprarme una dosis de heroína y tequila. Asi que mientras jugamos, cuéntame. ¿Qué fue de tu año? - Sonreí y me acerqué más a ella, para quedar exactamente a su lado y levanté la raqueta, aferrando firmemente el mango con la mano izquierda. - Yo soy zurdo, pero tu tómala con tu mano preferencial, obvio, y de esta forma. El agarre firme, ¿ok?

―Me proteges más que mi hermano, Di Franco.―dije negando con la cabeza mientras seguía con mi sonrisa de siempre, sin perder el humor. Había pasado tiempo desde que no veía a Christopher, algunos meses en los que no habíamos tenido contacto alguno pero ahora estábamos ahí frente a frente como si el tiempo no hubiera pasado porque nos tratábamos como los mismo buenos amigos de siempre. Eran contados los amigos que tenía como él -amigos hombres-, como Evan o David. Pero Christopher era el que más me había aguantado, a mi y mi pésimo humor.

Fingí mala cara cuando habló acerca de su regalo. Estaba diciendo lo que imaginaba que iba a decir, y me pregunté por qué había mencionado aquello de que no tenía por qué gastar en mi y todo lo demás. Sabía bien cómo era Chris con su dinero y ese tipo de cosas , por lo que no debía de sorprenderme aunque me apenaba tales obsequios. Algún día yo le haría un regalo genial como ese, un regalo sin mucho valor material pero con un valor sentimental, además Chris era de esos que no podías regalarle casi nada porque nada le hacía falta. ―Está bien, Chris. Gracias otra vez.― dije sincera sin ánimos de discutir más ese asunto porque claramente saldría perdiendo, era tan terco que no cerraría la boca hasta que le diera la razón.

Algo en su siguiente comentario captó mi atención inmediatamente. Dosis de heroína y tequila. En realidad fue "heroína" la palabra en sí y lo miré más seria. Joder, Chris no podía estar con esa estupidez, ¿o sí? Me quedé pensativa e hice lo que me dijo con la raqueta, tomándola con mi mano derecha firmemente olvidando por completo su pregunta y perderme en lo que él mismo había dicho. Me preparé y golpeé con tal fuerza que la pelota salió para cualquier lado menos hacia la pared. ―No me digas que andas consumiendo esas porquerías, Cristopher.― giré para verlo y mi cara no tenía ni una pizca de gracia. Estaba hablando en serio y si me respondía que sí sería una decepción porque esa droga no hacía más que perjudicarlo y hacerle adictivo. Pensé en mi hermana inmediatamente, Clarissa se había metido en grandes problemas por esa cosa y su estúpido novio, y en parte me sentía culpable porque toda su depresión y dolor se la había causado yo sin querer hacerlo, sin estar al tanto y eso la había a esos extremos. ―Dime que estás bromeando.